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Ho, ho, ho, hooooo

Era una tradición familiar juntarnos con mis primos y tíos para celebrar Navidad o Año Nuevo, pero cuando los hijos crecen se va complicando. Esta vez, mi hija del medio, que vive en pareja hace un año, organizó la Navidad en su casa e invitó a que fuera el que quisiera. Resultó que iban a concurrir mi hija mayor con el marido, (mi hija menor estaba trabajando en el exterior), mi ex esposo y las madres, hermanos y sobrinos de mis yernos. O sea debía sumarme si o si a esa fiesta, no por obligación sino que es muy difícil congregar a toda esa gente y porque mi primer círculo estaba allí. Por lo tanto partimos con mi papá a celebrarlo y realmente fue una hermosa reunión, con muy buen ánimo de todos, comida a toneladas y con el entusiasmo infantil por los regalos, fuegos artificiales, etcétera.

Cuando decidí el lugar donde pasar Navidad mandé un WhatsApp al grupo de primos agradeciendo la invitación que no podía cumplir y diciéndoles que me pesaba mucho no cumplir la tradición familiar de pasar el veinticuatro todos juntos... pero que en mi árbol, esta vez, tenía que mirar más a las ramas que a las raíces. Esto me provocó un llanto profundo como de pérdida.

Resultó que a la mayoría les había pasado lo mismo con sus familias políticas. Para Año Nuevo fue similar para la familia grande y mis hijas hicieron planes solas. Por lo tanto y tratando de superar todos los preconceptos, apoyada por un calor descomunal que en mi casa en las sierras era más llevadero, las dificultades para moverse de mi papá y mis ganas de no tener corridas, decidí pasar la Noche Vieja sola con mi papá, con quien vivo. Igualmente, como creo que la sal a la vida se la pone uno, hice un menú especial, decoré la mesa en el fresco patio y puse música clásica festiva mientras comíamos. Mi papá, por su estado de salud y edad, se fue a acostar dos horas y antes de la media noche.

Era la primera vez que podía salir después del brindis, como a casi todo el mundo le gustaría, pero al no tener la habitualidad y las personas con las que quería estar ocupadas, no fue fácil. También pensé en saludar a mi familia política (la de mi ex) que estaban a pocas cuadras de casa y quiero muchísimo, pero me dije que era el momento de superar ese lazo en esa fecha, iría al día siguiente.

Entonces resultó que para las doce de la noche estaba absolutamente sola. Apagué todas las luces de la casa, me acosté en una reposera en el medio del patio teniendo a la vista un cielo repleto de estrellas (siempre he dicho que me encantaría estar en la inmensidad y silencio del espacio) y en esa serenidad recibí el Nuevo Año: completa, feliz, tranquila…

Por supuesto que es un momento especial para balances y meditación; mi conclusión fue que en el cambio de vida que vengo teniendo desde que tuve cáncer ese comienzo de año fue parte y síntesis de la profundidad que conlleva: rompí el pre concepto de “deber” pasar las fiestas en grupo, pude quebrar una tradición familiar que ya no podía sostener, festejé a mi modo, establecí límites a mi comportamiento de querer quedar bien con todos, … e igualmente me sentí cerca de los que quiero sabiendo que cada uno estaba donde eligió estar, los dejé fluir, no impuse nada.

¡¡¡Que buen comienzo de año!!!

Escrito en San Antonio el 01 de Enero de 2016

Publicado en San Antonio el 23 de Diciembre de 2017.


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